Asociación Síndrome X Frágil de Madrid

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Una educación afectivo sexual desde la persona

(Escuchar, Acompañar e Informar)

Cuando en nuestra cabeza aparece la palabra “sexo”, lo más habitual es que aparezca la idea de genitales (vulvas y penes), cómo tienen que ser (en formas) y qué tenemos que hacer con ellos (coito), un modelo que habla de una parte muy pequeña de lo que es la sexualidad. Como nos diría Natalia Rubio (sexóloga, psicóloga y pedagoga), hablar de sexualidad es hablar de cuerpos, placeres y eróticas, comprendiéndolas desde una amplia diversidad, en la que todas las personas quepamos.

Carlos de la Cruz (doctor en Psicología y sexólogo) nos habla de la necesidad de construir una buena educación sexual, que esté presente desde que nacemos, una educación que parte de tres objetivos: conocerse, aceptarse y expresarse satisfactoriamente, con el fin de vivirnos de forma positiva en soledad y en sociedad.

Conocerse es saber cómo es nuestro cuerpo: sus partes, sus necesidades, sus respuestas, sus sensaciones, su desarrollo… Es decir, saber cuál es la base sobre la que somos personas. Para comenzar hay que hacerlo de forma clara, que no haya puntos negros. Podemos hablar de ello de muchas maneras, siempre adaptándolo a las necesidades, de tal manera que, frente a mayores necesidades, más clara tiene que ser la información, y no la inversa.

Aceptarse es vivir nuestras realidades individuales y personales, quiénes somos en relación a nuestra propia identidad, nuestro cuerpo y en relación a otras personas. Si la persona se vive mal a sí misma, ¿cómo podemos esperar una respuesta positiva, una autonomía, una autodeterminación, una mejor calidad de vida? Cada persona es diferente, esto es un hecho innegable, que la ciencia y la experiencia ya nos ha demostrado. Luego esa individualidad es la que tenemos que aprender a acompañar y a escuchar, evitando atribuir o negar.

Expresarse es el objetivo que habla de construir espacios y relaciones placenteras e íntimas. El placer está en el cerebro, luego cada persona tiene y siente de forma diferente. Negar el placer y el deseo es coartar algo que la persona no va a poder evitar sentir. Así, si se tocó los genitales, si le gustan los estímulos intensos, si pasa las horas mirando al techo, o le gusta compartir su tiempo con una u otra persona o quiere comer chocolate… son sensaciones que necesitamos, pues el placer refuerza. ¿No es más lógico dar herramientas que apoyen su seguridad y su regulación, que intentar coartarlas y que salgan por otro lado?

La intimidad es un derecho fundamental (derechos humanos), la podemos entender desde espacios, personas, cuerpos y conductas:

El espacio de intimidad es un espacio donde la persona se puede expresar libre y placenteramente, un espacio que comenzamos a construir en los primeros años de vida, donde la persona siente el placer de desconectar de un mundo que da demasiada información y demasiado rápido. Que, además, van a parecer necesidades y a evolucionar a lo largo del tiempo. Un espacio personal, donde nuestros miedos tienen que quedarse fuera, pues la sobreprotección y el infantilismo terminan haciéndoles vulnerables. Demos modelos adecuados, como puede ser cerrar una puerta o pedir permiso. Hecho que les exigimos, pero que no siempre les damos (esto incluye no estar llamando cada 5 minutos, el espacio también requiere de tiempo).

El cuerpo también tiene derecho a ser, sentir y expresarse. Para educar sobre el cuerpo hay que hablar de él, sus respuestas y sensaciones. Enseñemos que el cuerpo es suyo y que nadie puede acceder a él sin su permiso. Que sus respuestas están bien, ya que, aunque las obviemos o la ignoremos, no van a dejar de existir. Igual que con los gustos: si algo es placentero o displacentero, ¿cómo lo sabemos si no le damos un valor adecuado a su sensación?

Sus relaciones más significativas suelen estar vinculadas a familiares y profesionales. Estas figuras tienen la tarea de educar. Construir más relaciones, dentro de sus necesidades, es siempre bueno, les ayuda a potenciarse y mejorar su idea de persona. Es importante fomentar la creación de relaciones significativas lo más naturales posible con iguales, ya que nos permitimos ser, sentir y expresarnos, sin la supervisión y educación constante.

Las conductas siempre son las que generan más miedos. Por lo general es donde salen frases como “no te toques”, “quita”, “no tiene interés porque no hace…”, “no metamos ideas en su cabeza” … Un miedo razonable, ya que en el proceso de duelo muchas veces se nos puede hacer cuesta arriba todo lo que hay que aceptar de la diversidad, un miedo reforzado por la comprensión de un modelo estrecho de la sexualidad (genitales, coitos y orgasmos).

Que no demanden no quiere decir que no necesiten. Nuestro cuerpo, nuestra realidad y nuestra necesidad, en relación a mi intimidad y al placer, es amplia. No todas las personas necesitamos lo mismo, así no todas las personas tenemos por qué querer llegar a un coito, o a determinadas conductas del modelo primero. Pero también los hay que sí, de ahí la importancia de no atribuir y sí de escuchar, para informar antes y dar herramientas, en lugar de coartar y que sea la persona la que rellene los espacios en blanco.

Hablar de educación sexual es algo que está presente en nuestro día a día. Ya estamos haciendo educación sexual, el dilema es si queremos hacerlo de forma consciente, donde dotemos de herramientas, o desde el silencio y que sea la persona busque y/o interprete la información que recibe de ese silencio.

El miedo y el silencio no son buenos consejeros. Educar las sexualidades es escuchar, acompañar e informar sobre lo que la persona es, siente y expresa. Comprender que en ocasiones se haga bola, pero para eso estamos las familias, personas con discapacidad y los profesionales, para ayudarnos a digerir ese miedo y así trabajar por una mejor calidad de vida.

 

Carlos Lombao, sexólogo y psicopedagogo del programa XFit de la Asociación Síndrome X Frágil de Madrid