Los investigadores constaron en 2014 que detrás de la regulación del número de sinapsis está la interacción de dos proteínas, NCS-1 y Ric8a, que son las encargadas de organizar el número de contactos entre neuronas y la capacidad para liberar neurotransmisores.
En el trabajo que ahora se publica, se demuestra a nivel atómico cómo un compuesto derivado de la fenotiazina es capaz de inhibir precisamente la interacción de esas dos proteínas, con lo que se consigue restablecer el número de sinapsis: en el caso del autismo severo se logra reducirlo.
Los niños o adultos que padecen síndrome del cromosoma X frágil no son capaces de aprender, al igual que el modelo de mosca utilizado en este estudio, del que se constató que después de administrarle el derivado de fenotiazina mejoraba su aprendizaje.
El experimento con las moscas fue el siguiente: se les hizo relacionar un olor atractivo con una descarga eléctrica. Las moscas sanas lograron aprender que si van a buscar ese olor sufrirían una descarga, así que dejaron de hacerlo, no así los modelos de ‘Drosophila’ con el síndrome del cromosoma X frágil.
“Nadie se esperaba que con una pequeña molécula fuéramos capaces de regular una interfaz tan compleja (NCS-1 y Ric8a)“, afirma.
Además de autismo investigan el alzhéimer
Ahora, los investigadores están buscando moléculas que pudieran servir para alterar el número de sinapsis en el alzhéimer, en este caso sería un potenciador de la interfaz y no un inhibidor.
“Dado que la mayoría de trastornos neuronales empiezan siendo patologías de la sinapsis, disponer de fármacos que modifiquen esta estructura básica neuronal supone dotar a la medicina de una herramienta potencialmente muy poderosa”, concluye Sánchez.